En el film La fiesta de despedida, el escenario es un geriátrico en el que la vida de los ancianos está marcada por el vacío inherente de estos centros. En canvio, en Nuestro último verano en Escocia se reflexiona sobre el fenómeno de la ancianidad y la muerte a ritmo de comedia, hasta cierto punto negra, pero con un fino humor inglés. Y es que el auténtico protagonista de la historia de este drama es el optimismo más puro.
La película nos narra la historia de un matrimonio en problemas que viaja a Escocia junto a la familia para celebrar el cumpleaños del abuelo, probablemente el último, ya que está aquejado de una grave enfermedad que le llevará a una muerte próxima.
Sabiendo que un cáncer terminal está acabando con su vida, quieren evitar disgustarle contándole que su matrimonio está roto, con lo que cuentan el plan a sus tres hijos para que formen parte de esta jugada, y el abuelo no descubra el asunto.
La reunión familiar no siempre será fácil, aunque por suerte la visión y los comentarios de los más pequeños nos harán soltar alguna sonrisa, y es que en sí, la película es un canto a la relación entre abuelos y nietos con el telón de fondo de la muerte desde una visión optimista.
Y es que la relación de los padres, llena de problemas y de seriedad, con continuas disputas sobre el modelo a seguir sobre el estilo educativo que deben inculcar a sus hijos, será el detonante de que el abuelo, un hombre algo excéntrico, les anime a ir más allá de los convencionalismos que encadenan a los padres. El porqué, seguramente, tiene mucho que ver con su enfermedad.
La visión del abuelo sobre la situación junto con las acciones de sus nietos, serán los detonantes esenciales para transformar los problemas de los padres. Y es que al fin, en Nuestro último verano en Escocia todo se resume en intentar llevar la situación de la forma más llevadera posible, lo cuál acostumbra a normalizar los problemas.