After Life, la última producción del humorista británico Ricky Gervais, es su proyecto más distante hacia sus estandartes de cómico.
Y es que su talento le ha proporcionado un estatus de estrella en Hollywood, por más que a veces su áurea le ha aportado ciertas incomodidades con el starsystem californiano. Su sentido del humor, transgresor como pocos, le abre las puertas a hablar de todo, como en este caso, pero también le ha cerrado algunas, quizá demasiadas, puertas a grandes proyectos.
Los proyectos que sí ven la luz, y que acostumbran a cosechar éxitos, son los que él mismo produce, como es el caso de After Life. Repitiendo el patrón usado en sus grandes éxitos televisivos -he Office, Derek-, toma riendas tanto de la dirección como del rol del protagonista.
Tony y su luto
Netflix, la plataforma donde podremos ver esta mini-serie de (actualmente) seis capítulos, nos presenta a Tony, un redactor de un periódico de poca monta quién, tras perder a su esposa, entra en un estado continuo de depresión y mal humor que centra el argumento de la serie.
Sus compañeros de trabajo, y especialmente su jefe y a su vez cuñado, tratarán durante toda la serie de ayudarle a salir del bache, el cual le ha condenado a un espiral de alcohol, comida en lata, tristeza, e intentos de suicidio.
Su único consuelo, y a la vez, su único motivo para seguir vivo es su perra, un personaje clave para su desempeño diario.
Una serie sobre el duelo
En After Life uno no se va a encontrar el Gervais desternillante de siempre. No es, de hecho siquiera una serie divertida. No significa que no se trate de una buena serie, ni significa tampoco que no se trate de una serie humorística.
Las salidas de tono de Tony, punzantes como agujas, van a deleitar a sus seguidores más fieles (por más que no lleguen quizá a los de otros personajes que ha encarnado), y la forma de reírse de la muerte tiene su punto de humor negro que la hace de buen ver.
Eso sí, la serie no escatima esfuerzos en la muestra del dolor del protagonista, y ello tiene su peso en la serie, lo cual a veces la puede hacer un tanto previsible; así como tampoco escatima en el melancolismo, especialmente en los vídeos de Tony guarda de su mujer, un recurso útil aunque un tanto forzado.
Una buena producción, pero no la mejor
Nos va a quedar el gusto de saber como continúa la historia, pues todo parece indicar que estamos solamente en la primera parte del relato, pero algunos tintes de la misma nos permiten ya decir que, si bien se trata de una buena serie, After Life no es el mejor trabajo de Ricky.
Se trata de un buen trabajo personal, lleno de buenas intenciones, que quizá habría necesitado de algún ajuste más en el guión, como dan fe los secundarios de la serie.
Su enorme carisma le esgrime de tener que hilar todos los diálogos, pero se convierte a la vez en un arma de doble filo, ya que el propio rostro de Gervais te prepara siempre para una salida de tono que nunca acaba de llegar.
Queda claro eso sí que ésta sensación la tendrán solamente los seguidores del actor. Quizá quién desconozca el trabajo previo del cómico más salvaje del mundo no compartan este punto.