El planeta sufre una grave crisis ecológica que solo los seres humanos pueden frenar. ¿Cómo? Midiendo sus actos en el día a día. En definitiva, optando por un “consumo sostenible”. Este no es solo el camino para proteger los recursos naturales, sino también para erradicar la pobreza. Poco a poco tanto las empresas como los ciudadanos de a pie van tomando conciencia, si bien algunos sectores aún siguen dejando una importante huella ambiental. Sin ir más lejos, uno tan imprescindible como el funerario, aunque poco a poco comienza a emprender hacia la sostenibilidad.
A ciencia cierta no se conocen los efectos ambientales que llevan asociadas las defunciones, pero algunos datos permiten hacernos una idea de su magnitud. En España se producen al año 260.000 inhumaciones y unas 150.000 cremaciones. Hace cinco años, un gran grupo funerario evaluó la huella de carbono que dejan: más de 240 kg de dióxido de carbono equivalente por servicio prestado.
Sin más comparaciones, esta cifra puede no decirnos nada. Ahora bien, en datos de la Enviromental Protection Agency de Estados Unidos, es equiparable al carbono que absorben seis coníferas durante una década. O a las emisiones de dióxido de carbono que genera el consumo de medio barril de petróleo. Así seguramente sí que somos conscientes del impacto que suponen para nuestro planeta.
Recordarium, completar el ciclo de la vida
Reducir el daño del proceso funerario en la naturaleza y emprender hacia la sostenibilidad, se ha convertido en una prioridad para muchas empresas. De hecho, varias compañías ya han abierto camino, fomentando despedidas para los seres queridos más respetuosas con el medioambiente.
A 30 minutos de Madrid se emplaza Recordarium, un bosque ecológico dedicado a los que se han ido. Un entorno natural donde plantar un árbol con las cenizas para entrar a formar parte del ciclo de la vida, o esparcirlas en un espacio privilegiado.
Lugares como el Bosque del Recuerdo, u otros espacios verdes habilitados por los cementerios como el Jardín de los Aromas de Montjuic o el Bosque del silencio en Collserola, dan solución a lo que resulta un problema para más de la mitad de los españoles, el no saber qué hacer con las cenizas de sus seres queridos.
Además, según la ley de Sanidad Mortuoria española, en nuestro país está prohibido verter las cenizas en la vía pública. La falta de alternativas está llenando los mares y montes de cenizas y urnas. Es más, solo un tercio de las urnas acaban en recintos funerarios, en sepulturas tradicionales o columbarios.
En cuanto a los entierros, son una opción más cara e igualmente poco respetuosa con el medioambiente. Los féretros se fabrican con maderas nobles, contribuyendo a la deforestación. Asimismo, los barnices, las fibras sintéticas, los productos químicos para embalsamar, los metales y demás componentes con los que están hechos, son enterrados, con el consiguiente impacto negativo para el medio.
Para ellos también han surgido alternativas. Se trata de los ecofunerales, una opción de inhumación que utiliza ataúdes con maderas certificadas con el sello FSC, estuches de cartón prensado, o urnas biodegradables en los casos de cremación. Aunque tienen mayor demanda en Estados Unidos, Reino Unido o Canadá, en España están empezando a tener su público. De hecho, varias empresas ya ofrecen este tipo de servicio.
Féretros e incineraciones ecológicas
Cada vez son más empresas que emprenden hacia la sostenibilidad ofreciendo este tipo de servicio: fabricando ataúdes ecológicos con materiales naturales. La diferencia con los féretros habituales es que esta nueva opción se descompone sin dejar residuos contaminantes.
Tanto si la familia opta por la incineración como por el entierro, los ataúdes ecológicos son una opción mucho más sostenible. Se pueden cremar con el difunto, ya que exige menor tiempo de incineración y así se requiere la mitad de gas. Con respecto a las inhumaciones, se desintegran a sus pocos meses. En cualquiera de los casos, el planeta sale ganando. El número de árboles empleados para fabricar un féretro convencional permite elaborar 100 ataúdes reciclables como los que hace la empresa española Restgreen.
En los últimos años también han surgido alternativas a los hornos crematorios habituales, que alcanzan de 870 a 980 grados Celsius y necesitan 92 metros cúbicos de gas, consumiendo tanta energía como la empleada en 800 kilómetros de trayecto en coche.
A este respecto, existe una aceptable variedad de nuevos sistemas, como la incineración solar, la promación de nitrógeno líquido y vibraciones, que transforma el cuerpo del finado en un polvo que se puede usar como abono para plantas o compost; o la resomación o hidrolísis alcalina, que utiliza un disolvente reciclable para convertir los huesos en polvo.
Por otro lado, tratando de dar respuesta al consumo sostenible y a la proliferación de nuevas tendencias con etiqueta “eco”, han creado las auto-certificaciones para distinguir estos servicios y productos. Una de las primeras fue la Fundación Tierra. La entidad creó en 2012 la Certificación Servicio Funerario Ecológico SFE 07:02. Para ser una funeraria certificada, la empresa debe adoptar medidas para ser más ecológica en la mayor parte de procesos y componentes que intervienen en el desarrollo de un funeral.
Así que, pese a que las funerarias no hayan sido las primeras empresas en emprender hacia la sostenibilidad y sumarse a cuidar el planeta, hay que destacar que no todas son iguales. Algunas ya han empezado a dar pequeños pasos, y las alternativas tarde o temprano serán las preferencias de la mayoría.