Vida y muerte forman el binomio más importante del ser humano: el que sustenta el eje central de su existencia. La manera de entender la pérdida, procesar el duelo, y conservar el recuerdo de los que se fueron, ha evolucionado conjuntamente a la sociedad. Sin distinción de creencias, los ritos funerarios son el paso indispensable para procesar la pérdida y empezar a asumir que esa persona no va a volver. Da igual que sea en una tumba, unas cenizas o un espacio en los ‘Bosques del recuerdo’, queda algo tangible donde aferrarse a la memoria de los seres queridos.
En las sociedades occidentales, regidas por las creencias en otra vida, el entierro ha sido el ritual por excelencia. Hasta que la falta de espacio en los cementerios y sus muchos perjuicios para el medioambiente evidenciaron la necesidad de buscar otras alternativas para el descanso eterno.
La tendencia
Así, la cremación empezó a cobrar fuerza y a día de hoy es la tendencia funeraria dominante en muchos países del mundo. En Japón es el método elegido por el 99,9% población. En Europa también la escogen por mayoría en unos cuantos países como Suiza (84,6%), Dinamarca (82,9%), República Checa (82,9%), Suecia (80,6%), Reino Unido (76,5%), Alemania (57,5%) y España (50,3%). Al otro lado del charco también es una práctica muy extendida, por ejemplo, en Canadá (70,2%) y Perú (68%), mientras que en Estados Unidos hay un 50-50 entre inhumaciones e incineraciones.
Por tanto, España ocupa uno de los puestos del top 20 de países con esta tendencia. Destaca que en 2005 sólo se realizaban un 16% de cremaciones entre las personas fallecidas. 10 años después, esta cifra había crecido en un 20%. Y según datos del INE y un informe realizado por Panasef, se prevé un incremento del 56% en las incineraciones para 2025, con una media española de incinerados del 60%.
Es más, en las grandes ciudades estos datos son mucho más elevados, como ocurre en Madrid, cuyo dato previsto para este año es del 78% de incineraciones.
Las cenizas, un problema ecológico
Ahora bien, la cremación no está exenta de dejar una huella ecológica, como durante muchos años se ha pensado. Según la ley de Sanidad Mortuoria española, verter las cenizas en la vía pública está prohibido. Ante la falta de alternativas, se están llenando los mares y montes de cenizas y urnas.
El problema es que el esparcimiento de los restos mortales incinerados en parajes naturales se ha convertido en una costumbre nociva para la salud medioambiental. Sobre todo, porque los empastes y prótesis de los fallecidos, aún en cenizas, contienen componentes derivados del mercurio que son perjudiciales para la naturaleza. Además, el 50% de los familiares no sabe qué hacer con los restos de sus seres queridos.
Es por eso que en muchos países se están desarrollando nuevos entornos fuera del cementerio tradicional. Ejemplo de ello son los ‘Bosques del Recuerdo’, que ofrecen una solución más actual, natural y positiva para depositar las cenizas.
En España, esta idea llegó en 2017, cuando varios emprendedores empezaron a estudiar un nuevo modelo de servicio para depositar cenizas aprovechando un espacio natural en Mentrida, Toledo. El resultado es Recordarium, un lugar dedicado al recuerdo de los seres queridos ubicado en un entorno natural formando un bosque.
Entre viñas, campo y estanques, los familiares pueden depositar las cenizas de los suyos en el Bosque del Recuerdo, una alternativa ecológica y respetuosa con el medioambiente. Además, supone una alternativa legal al columbrado tradicional, donde las cenizas se biodegradan en la tierra y sirven de abono para los árboles, de modo que en cada árbol pervive el recuerdo positivo y se completa el ciclo de la vida.
Otros ‘Bosques del Recuerdo’
De la misma forma, otros países ofrecen alternativas para depositar los restos de la incineración, con una filosofía parecida a la de Recordarium. Algunos, de hecho, hace más de un siglo. Ubicado en el sur de Estocolmo, el Skogskyrkogården o Bosque de Estocolmo data de 1918, y fue declarado Patrimonio de la Humanidad.
Es obra de los arquitectos suecos Erik Gunnar Asplund (padre de la arquitectura escandinava) y de Sigurd Lewerentz, quienes lo construyeron adaptándose a la naturaleza del bosque y añadiéndole varias capillas y un crematorio. Asimismo, cuenta con unas 50.000 tumbas y un ‘Bosque del Recuerdo’, donde se entierra de forma anónima. Desde el siglo XX, los suecos suelen enterrar los restos de sus fallecidos tras incinerarlos.
Bastante más reciente es el Naval Cemetery Memorial de Nueva York, un espacio natural de acceso público de más de 6.800 metros cuadrados. Hasta que se desmanteló en 1920, fue lugar de entierro militar, si bien desde 2010 sirve como un punto de respiro y reflexión. Después de la renovación, la arboleda natural se ha convertido en el escenario perfecto para exhibiciones de arte, programas educativos y actividades grupales.
También en el continente americano, pero en el cono sur, se emplaza desde 2007 el Manantial Parque Natural, un imponente parque del cementerio de Buenos Aires. Este recinto incluye parcelas de tres niveles a perpetuidad, con capacidad para tres ataúdes, nueve urnas o dieciocho columbrados. En este sentido, además de parcelas para arrendamiento y nichos, ofrecen espacios cinerarios para las cenizas.
A lo largo del planeta, con el tiempo va creciendo el número de ‘Bosques del Recuerdo’. Y es que, cada vez son más las familias que quieren dejar las cenizas de sus seres queridos en instalaciones como esas, lugares donde además de ser respetuosos con el medio ambiente, encuentran un lugar idílico para mantener su recuerdo vivo.