Carlos Cristos y su mujer, Carmen Font, son médicos. Residen en Mallorca junto a su hija de ocho años, Carmela. Carlos ha llevado siempre una vida muy activa, con pasiones como el montañismo o ser piloto de vuelo. Su vida cambió cuando en el año 2003 se sentó ante su propio médico para escuchar el diagnóstico: AMS (atrofia sistémica múltiple), una enfermedad neurodegenerativa, invalidante y mortal, para la que no se conocía curación. El pronóstico suponía pocos años de vida durante los cuales se produciría un deterioro progresivo. Amigo del cineasta Antoni P. Canet, Cristos le propuso el rodaje de un documental sobre ese tiempo de vida que le quedaba, con la idea de ayudar a otras personas a afrontar una enfermedad.
En el documental, Cristos confiesa haber acompañado antes a otros pacientes en su sufrimiento, y declara que es su obligación dar testimonio, evidenciando que su dolor puede ser positivo. También se hace pedagogía del llamado testamento vital, distinguiendo bien entre lo que es el suicidio y la eutanasia, y lo que supone rehusar tratamientos médicos desproporcionados que prolongan inútilmente la vida, tratamientos aplicados en parte por la no aceptación de la muerte como un paso natural en la existencia de toda persona. Además, hay una muy adecuada descripción de los cuidados paliativos, que pueden eliminar el dolor físico y que ayudan a sobrellevar el dolor moral de sentirse inútil, con un cuerpo cuyos mecanismos fisiológicos más elementales no se pueden controlar.
También hay tiempo en el film para hablar del amor de los seres queridos, sostén de primera magnitud, de cuestiones como la fe y la esperanza en otra vida. Aunque Cristos dice no creer, admite tener la esperanza de encontrarse con Dios al otro lado del túnel, y entrar así en una eternidad cuya naturaleza no se ve capaz de entender, pero por la que se siente fascinado.
Cabe destacar la humanidad en el rodaje por parte de Canet, quien realiza un documental basado en el respeto a la intimidad de Cristos. A pesar de que la trama contiene un dramatismo absoluto basado en el de un hombre vigoroso y creativo que ve como su cuerpo se debilita sin poder evitarlo, el cineasta muestra una historia sobre la capacidad del ser humano para superarse, para afrontar los golpes del destino sin derrumbarse, des del raciocinio y la fe en uno mismo.
“Las alas de la vida” ha generado una corriente de emociones gracias a la humanidad, sinceridad y transparencia de Carlos Cristos, quien aceptó una cámara a su lado en el final de su vida «para hablar con naturalidad del testamento vital, la muerte sin necesidades, la intimidad, la neurología del morir, los cuidados paliativos, la muerte digna…».
“Las alas de la vida” ha sido galardonado con numerosos premios, destacando el recibido en 2006 como mejor documental en el Seminci de Valladolid. Además, Carlos Cristo recibió en su domicilio al ministro de Sanidad y Consumo, Bernat Soria, quien le manifestó el interés de su Departamento en divulgar la película para ayudar a cumplir los objetivos de la Estrategia de Cuidados Paliativos.
Carlos Cristos murió a los 51 años en su domicilio mallorquín en abril de 2008.