La costumbre de rendir homenaje a los muertos es tan antigua como la propia raza humana. Cada cultura y civilización se ha ocupado a su manera de velar por las personas fallecidas. Incluso compartiendo un hilo común: todas celebran algún tipo de ceremonia o ritual y disponen de memoriales para recordarlos eternamente. La pregunta, por tanto, es si las tradiciones en los ritos funerarios tuvieron siempre un impacto medioambiental tan elevado como las de hoy en día.
Los arqueólogos han encontrado cementerios del hombre de Neandertal que datan del 60.000 a. C. En ellos había cuernos de animales en el cuerpo y fragmentos de flores junto al cadáver, lo que indica que ya por entonces se estilaban los rituales para conmemorar el final de la vida. Uno de los primeros fue desenterrado en la cueva de Shanidar en Irak, donde los esqueletos fueron descubiertos con una capa de polen.
Aún sin tener un gran intelecto ni costumbres claras, el hombre de Neandertal enterraba a sus muertos con una ceremonia, una señal de que puede que ya entonces creyeran en la vida después de la muerte. De hecho, también se han hallado monumentos funerarios, aunque simples y naturales. Así, levantaban un montículo de tierra o de piedras sobre el cuerpo del difunto.
Las primeras civilizaciones del mundo
Siglos después, sobre el 3.000 a.C, la civilización sumeria desarrolló la creencia de que las personas fallecidas iban al Inframundo. Este mundo sobrenatural se ubicaba debajo de la Tierra, por lo que los difuntos eran enterrados en el suelo para que el camino hacia su nuevo hogar fuese más corto.
De la misma forma, sus allegados los obsequiaban con ofrendas de alimentos y bebidas y eran inhumados con algunas pertenencias que se creía que podrían necesitar en la otra vida.
Paralelamente, en el tercer milenio antes de nuestra era, convivieron con la poderosísima cultura egipcia. Los que se asentaban alrededor del río Nilo tenían unas tradiciones en los ritos funerarios muy similares. Excepto por la costumbre de momificar a los difuntos para evitar que se pudrieran y atrajeran enfermedades.
Sorprendentemente esta técnica se realizaba con ingredientes naturales. Una receta básica basada en aceite vegetal, extracto de plantas, goma vegetal extraído de la acacia y resina de alguna conífera.
Otra diferencia notable con las culturas precedentes es que dejaron para la posteridad las únicas de las siete maravillas del mundo antiguo que hoy se mantienen en pie: las pirámides. En estas tumbas solo eran enterrados los faraones, y se fabricaban con piedra caliza, granito y sienita (granito empobrecido), arenisca, madera y ladrillos en bruto extraídas de canteras del país.
Las tradiciones grecorromanas
Mientras, en una de las cunas de la sociedad actual iban mucho más adelantados a su tiempo, modernidad que se reflejaba también en su actitud frente a la muerte. Los antiguos griegos no se conformaban con la celebración de un funeral, por el contrario, acostumbraban a despedir a los que partían con un conjunto de rituales ligados a la mitología. Ungían el cadáver en aceite y lo envolvían en un sudario para que llegaran rápido al Inframundo. Además, colocaban una moneda debajo de la lengua para dársela a Caronte, el barquero del Estigia, el río que limitaba el mundo de los muertos y de los vivos.
Parte importante de las tradiciones en los ritos funerarios clásicos eran las prótesis, una práctica en la que el cuerpo se colocaba en el lecho cubierto con un manto para que amigos y familiares lloraran la pérdida. Uno o dos días después de la muerte, se realizaba la ekphora, una procesión fúnebre en la que se llevaba al difunto al lugar de descanso final para enterrarlo o incinerarlo. Tumbas, columnas o estatuas marcaban los sitios sepulcrales, una forma de preservar la memoria a la que los griegos daban una especial importancia.
Por su parte, los romanos llevaron estas tradiciones al extremo, con mucha más ceremonia y boato. Frecuentemente celebraban ostentosos ritos, adornados con un lujoso arte funerario. Además, heredaron de los celtas la costumbre de quemar el cuerpo y colocar los restos en urnas para enterrarlos.
El rito católico
Remontarse tan atrás en el tiempo evidencia lo poco que han cambiado las tradiciones en los ritos funerarios. Aunque la muerte tiene un concepto muy distinto según el lugar del mundo. Siempre han existido distintas formas de despedir a los seres queridos, dependiendo de las creencias religiosas sociales y culturales.
En India, por ejemplo, no se le da importancia al cuerpo, tomado simplemente como un recipiente para el alma. Así pues, morir y ser incinerados a orillas del Ganges para ellos es un ritual sagrado que permite a los fallecidos purificar sus pecados y acceder a la resurrección. Lo siguen haciendo, a pesar de que es uno de los ríos más contaminados del planeta.
Por su parte, los chinos preparan numerosos rituales no solo para el funeral, sino también para después, puesto que creen que los muertos pueden influir en los vivos. De hecho, el feng shui se desarrolló en parte para ayudar a identificar los mejores lugares para los entierros. A diferencia que, en Japón, donde los cuerpos se colocaban en barriles o vasijas de barro y se enterraban.
En España, como casi en toda Europa, predomina desde hace siglos el rito católico de velatorio, servicio religioso y entierro o cremación que tan bien conocemos. Ha sido una de las tradiciones más arraigadas hasta nuestros abuelos, si bien su altísimo impacto ambiental está calando en la conciencia de las nuevas generaciones poco a poco. A medida que aumenta la sensibilidad de la población por construir una sociedad más sostenible y laica, cambian también las costumbres funerarias.