La muerte sigue siendo un tabú, pero hay que darle el espacio de reflexión que precisa. No solo por las tradiciones y las creencias que habitualmente la tienen secuestrada. Sino también por una simple cuestión de racionalidad elemental.
Hay dos razones obvias inalienables. La primera es que la muerte nos alcanza a todos los seres humanos. La segunda, de tipo práctico: tras una defunción hay que gestionar el cuerpo cadáver.
En cuanto al tratamiento del cuerpo del finado, las tradiciones a lo largo de la historia han establecido, de forma generalizada, dos métodos de gestión. Aunque hay otros de minoritarios igualmente respetables, las principales son: la inhumación y la cremación. Evidentemente aunque hay otros ritos funerarios singulares por todo el planeta.
Durante los últimos años con la aparición de la conciencia ecológica estas formas habituales de gestión del cuerpo difunto se debaten. ¿Cuál tiene menor huella ecológica: la inhumación o la cremación.
El análisis no es sencillo, y en la literatura científica no hay mucha información al respecto.
Queremos difundir un excepcional trabajo de análisis impulsado por la Fondation Services Funéraires de Paris y divulgado a finales del 2017. Se trata de un estudio de análisis de ciclo de vida simplificado en el cual con la misma metodología se evalúan los dos sistemas en términos de impacto sobre las emisiones de efecto invernadero.
Análisis del ciclo de vida de la cremación y la inhumación
El estudio patrocinado por la Fondation Services Funéraires de Paris y elaborado por la asociación DURAPOLE/VERTEEGO se titula “Analyse environnementale comparative du rite de la crémation et de l’inhumation en Ile-de-France”. Su principal aportación es que ha tomado en cuenta todo el ciclo de vida del servicio funerario en la inhumación y la cremación. Se mide según el estándar de los proveedores funerarios de la región parisina.
Ha analizando tanto las materias primas, como la logística, la utilización de la energía, los residuos y los procedimientos. El flujo de referencia analizado es desde que se toma el cuerpo por parte de los servicios funerarios hasta que estos quedan finalizados.
En el caso de la inhumación la finalización se entiende al final de los 30 años de la concesión de una tumba o nicho, mientras que en el caso de la cremación se da por finalizado a la entrega de las cenizas en la urna y su posterior dispersión o deposición en un columbario, etc.
Valorar el impacto ambiental
El Análisis de Ciclo de Vida (ACV) es una técnica que permite determinar los aspectos ambientales e impactos potenciales asociados a un producto o servicio.
Para ello se compila primero un inventario de las entradas y salidas relevantes del sistema. A continuación se evalúan los impactos ambientales potenciales asociados a esas entradas y salidas. Y finalmente se interpretan los resultados de las fases de inventario e impacto en relación con los objetivos del estudio.
El ACV consiste pues en evaluar cada uno de los efectos ambientales generados a lo largo de la vida del producto. Vale decir, desde las fuentes de recursos primarios (desde su “cuna”), hasta el consumo y disposición final (hasta su “tumba”).
Ello permite identificar los diferentes compartimentos ambientales más allá de los límites de la planta productiva. Dichos impactos inducidos pueden, en muchos casos, ser de mayor relevancia que aquellos ocasionados directamente por el proceso de manufactura del producto.
Por ejemplo, la sobreexplotación y una gestión inadecuada del recurso forestal pueden degradar significativamente la calidad del suelo, con los consiguientes impactos negativos sobre la tasa de renovabilidad del recurso y sobre la calidad de las aguas superficiales, debido al arrastre de sedimentos y material orgánico disuelto derivados de procesos erosivos.
El indicador empleado para cuantificar el impacto ambiental ha sido el del balance sobre el efecto invernadero. A partir del número de kilos de CO2 equivalentes (Kg CO2 eq), una medida que traduce los efectos negativos sobre el entorno en una medida que es comparable, en este caso el efecto invernadero causado por el dióxido de carbono en la atmósfera.
Condiciones para la inhumación y la cremación
Para este análisis del ciclo de vida, tanto en el caso de la inhumación como de la cremación, se ha partido de la base que el difunto se ubica en un ataúd. Luego si el proceso escogido es la inhumación el ataúd se deposita en un nincho o tumba. Con una concesión media de 30 años, que por los datos habitualmente en este período se ponen 2 difuntos por concesión.
También se ha considerado que los elementos escultóricos de la tumba han sido realizados en piedra granita (lo más habitual en Francia) ya que no precisan de mantenimiento. Para la cremación el análisis se centra en la deposición del ataúd en el horno crematorio. Se midió el consumo de gas promedio entre dos crematorios de París, uno de eficiencia energética baja y otro de eficiencia energética alta.
Las tumbas de cemento u hormigón
La primera conclusión del estudio es que el método más ecológico de gestión del cadáver y con menor impacto sobre los gases de efecto invernadero es la inhumación directa en el suelo. Una práctica sin embargo muy poco habitual en Francia y prohibida en España.
A continuación, el peor escenario evaluado y el menos ecológico es la inhumación basada en la deposición del cuerpo con el ataúd de madera en una tumba o nicho de hormigón. Si esta tumba además tiene complementos esculturales o templetes, entonces puede llegar a equivaler al impacto de más de 5 cremaciones.
Este importante impacto ecológico de la inhumación en tumba proviene del hecho que el uso del cemento y hormigón, para preparar la cavidad mortuoria, implica que hay que cocer la piedra calcárea y la arcilla a más de 1.450 ºC.
Lápidas y monumentos funerarios
El otro producto que eleva el impacto ecológico de la inhumación convencional son las lápidas en losas de granito. La mayor parte de las losas de granito pulido provienen de países como África del Sur, Brasil, Noruega, Portugal y Francia.
La procedencia del granito marca la diferencia, ya que actualmente la mayor parte de las piezas que venden los servicios funerarios franceses proviene de China. Aactualmente, 4 de cada 5 lápidas en Francia provienen de China. Además también han sido esculpidas allí. En estos casos el impacto del granito importado puede representar hasta 2,7 veces del impacto del granito local o tratado localmente. En Francia el granito de canteras locales puede viajar una media de 772 km contra los 20.000 km de las piezas importadas desde China.
La madera del ataúd
La fabricación de un ataúd en Francia se realiza a partir del suministro de madera cortada en un 90 % del país y un 10 % de otros países europeos. La cuestión que pesa sobre el impacto ecológico de la madera empleada en la fabricación de ataúdes es que la mayor parte de esta materia prima forestal no proviene de bosques certificados.
Las principales diferencias en el impacto de los ataúdes tiene que ver también con el peso del féretro. Cosas como la cantidad y densidad de la madera empleada así como de los accesorios tipo asas, embellecedores, etc. (de metal o madera). Pero sobre todo de las colas y los barnices (mayoritariamente de origen sintético con disolventes de alta toxicidad ambiental). Precisamente, los barnices y colas representan un 14 % del impacto de un ataúd. En el mercado francés los ataúdes sin barnices sintéticos es prácticamente inexistente.
El estudio también pone de manifiesto que un ataúd de madera fabricado en Francia tiene una menor huella que un ataúd de cartón manufacturado e importado de China. Lo cierto es que para incinerar un ataúd de cartón local se generan sólo 14 kg de CO2 contra 46 kg de CO2 si el cartón proviene de China.
Consumos energéticos
Sobre el indicador del consumo de energías no renovables, el estudio nos muestra que la inhumación equivale a 2,9 cremaciones. Mientras que según los indicadores del consumo de recursos raros, la inhumación equivale a 3,8 cremaciones.
El combustible empleado en los hornos crematorios es el gas y este combustible fósil es la principal fuente de gases con efecto invernadero. En una cremación convencional se emplean unos 42 metros cúbicos de gas y este representa el 56 % de las emisiones del proceso. Las infraestructuras asociadas al horno de cremación el estudio nos muestra que representa un 24 % de las emisiones del proceso y el del ataúd el 12 %. La gestión de una crematorio según como sea esta podría ahorrarse hasta un 34 % de la energía consumida.
En síntesis, la inhumación directa en el suelo es la más ecológica con un balance de 182 kg de CO2 equivalentes y la cremación con un ataúd de madera local de 233 kg.
Sin embargo, en la inhumación tal y como se practica actualmente depositando el ataúd en un nicho o tumba simple alcanza los 833 kg CO2 equivalentes. Pero esta cifra se incrementa hasta los 1.252 kg en el caso de la inhumación en tumbas escultóricos o templetes.
El coste ecológico de la inhumación
La inhumación equivale a 3,6 cremaciones en cuanto a kilos de CO2 equivalente. Una inhumación equivale a 11 % de las emisiones de un francés medio en un año. O a recorrer a 4.023 km en automóvil utilitario para transportar una persona. O a realizar 260.209 km en tren.
En cambio la cremación equivale a la media del 3 % de las emisiones medias de un francés en un año, o bien realizar 1.124 km en coche o de 72.677 km en tren.
El coste ecológico de la cremación
El impacto de la cremación está condicionado sobretodo, en un 56 %, por el consumo de gas. Aunque la cantidad varía según la tecnología del horno. En el estudio se ha tomado el consumo medio entre dos hornos de la región parisina, el que más consume, 52 m3, y el más eficiente energéticamente que consume tan sólo 31 m3 de gas.
Es evidente pues que la eficiencia energética del horno es el factor que permite hacer disminuir hasta un 34 % este impacto.
El segundo aspecto del impacto de la cremación es el 24 % asignado por la infraestructura de la cremación.
Ese porcentaje se reparte:
- el 57 % de las emisiones por el funcionamiento de los hornos y el sistema de filtración que representa ,
- el 27 % para la construcción del edificio del horno
- el 16 % sobre el mantenimiento.
Cabe recordar que las instalaciones de hornos crematorios están sujetas a la aplicación de filtros, según viene legislado por la Unión Europea (DIRECTIVA (UE) 2015/2193 DEL PARLAMENTO EUROPEO Y DEL CONSEJO de 25 de noviembre de 2015 sobre la limitación de las emisiones a la atmósfera de determinados agentes contaminantes procedentes de las instalaciones de combustión medianas).
Finalmente, el 12 % proviene del ataúd, aunque esto puede variar según el tipo de materia prima empleada, sea de madera o cartón.
Conclusión
Conocer estos análisis y por tanto difundirlos entre el público en general permite sensibilizar a las personas para que estas puedan optar según sus convicciones por uno u otro método funerario.
A su vez el mérito de este ACV es que los datos del estudio nos permiten visualizar donde se producen los principales impactos ambientales y, por tanto, cómo podemos corregirlos para reducir su impacto.
Del trabajo promovido por FSFP se obserca la sensibilidad de la entidad sobre el tema del impacto ecológico que causan los servicios funerarios.
Sin duda, es un punto de partida para identificar los potenciales de reducción algo que es imprescindible para avanzar hacia unos servicios funerarios ambientalmente más responsables. Estudios como este permiten trascender los criterios socioeconómicos o culturales que por ahora rigen casi en exclusiva entre las familias a la hora de escoger la inhumación o la cremación.
Los ataúdes, como pone de manifiesto el estudio, son la pieza angular tanto en el ciclo de vida de la cremación como de la inhumación. El tipo de material (madera local o importada o bien cartón y otros) es esencial. Pero también lo es la eficiencia de energética del horno crematorio y la tipología de las tumbas utilizadas actualmente en la inhumación.
Sin duda, otra conclusión inherente del estudio, es que la inhumación directamente a tierra es el sistema más ecológico. Actualmente no permitida en España y escasa en Francia, donde apenas hay cementerios de este tipo.
La inhumación directa al suelo asociado al uso de féretros con materias primas naturales y con el cadáver simplemente amortajado con un paño de textil natural, es el de menor huella ecológica. Un dato que debería hacernos reflexionar sobre el papel de nuestros cementerios convertidos en ciudades muertas de hormigón.
Artículo elaborado a partir del material de prensa difundido por la Fondation Services Funéraires de Paris y del cual se muestran los originales en francés.
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– La Fundación Tierra por su parte elaboró un documento de reflexión sobre el tema de la cremación en 2014.